Hoy he estado viendo el vídeo de un discurso que dio Steven Jobs hace menos de dos años en la ceremonia de graduación de la Universidad de Standford. Aunque en un principio su nombre no os suene, este señor fue, junto a Steve Wozniak, el creador de Apple, la primera empresa en desarrollar ordenadores personales. En el discurso Steven Jobs analiza tres desgracias que le han acontecido a lo largo de su vida y de las que pudo resarcirse y convertir en triunfos personales.
La primera desgracia se basa en su negativa a lapidar los ahorros de sus padres adoptivos en una universidad privada americana. Dejó las clases y se dedicó a asistir de oyente a aquellas que más le interesaban. Salió del camino marcado e hizo lo que su intuición le mandaba. Aunque pueda parecer un fracaso, Steven Jobs se convertiría años más tarde en uno de los empresarios más importantes del mundo. Primera lección, sigue tus impulsos siendo fiel a tus principios.
Su segundo gran contratiempo fue ser despedido de la empresa que él mismo había fundado. Tras un tiempo cabizbajo, empezó desde cero otros proyectos con la misma ilusión con la que había comenzado en su juventud. Creó Pixar y Next, empresa, esta última, que acabaría siendo comprada por Apple y que volvería a colocar a Steven Jobs a la cabeza de la compañía de la que le habían echado. Como el ave Fénix, resurgió de sus cenizas, y todo gracias al amor que sentía por aquello que hacía. Segunda lección, haz lo que te gusta y no te des por vencido.
Su tercer obstáculo en el camino fue el día en el que le diagnosticaron un cáncer de páncreas incurable. El médico le pronosticó de tres a seis meses de vida. A partir de ese momento, cada día podía ser el último de su existencia. Algún tiempo más tarde, el mismo doctor rectificó en su diagnóstico al darse cuenta de que el cáncer era benigno. Tras varios días de mucha angustia, llegó a la conclusión de que la muerte era algo inexorable y lo único en común de todos los mortales. Tercera lección, no pierdas el tiempo, disfruta cada día como si fuera el último.
No os conforméis con lo que os he plasmado en las anteriores líneas, os recomiendo que veáis el vídeo. El discurso dura casi quince minutos y está lleno de detalles y matices que os harán entender mejor lo que os he explicado. Aprovecho, además, para presentaros el blog de Alejandro, un amigo de Munich que me ha dado a conocer el discurso: http://myfirsttest2007.blogspot.com/. Si accedéis a su página podréis disfrutar de las palabras de Steven Jobs al completo.
jueves, 1 de febrero de 2007
miércoles, 10 de enero de 2007
Un par de tonterías...
Antes de nacer Newton la gravedad no existía. Los cuerpos flotaban en el aire igual que los pájaros y los pájaros no eran aves sino animales con plumas. Los lagos convivían con las nubes en la estratosfera y las mujeres llevaban enaguas para que los más osados no oteasen lo que escondían bajo sus faldas. Desgraciadamente, la teoría de la Gravedad cayó como una losa sobre nuestras espaldas y nos privó de volar. Exceptuando a los animales con plumas, Newton puso a todos los pies en el suelo.
Fue por aquel entonces cuando los humanos empezamos a maquinar formas de cruzar los mares y las montañas que nos separaban. Los primeros vehículos eran caros, lentos y pesados. Moverse pasó a ser un negocio que fue creciendo con el tiempo. A principios del siglo veinte, unos hermanos ingleses hicieron volar una máquina más pesada que el aire. Años más tarde, cientos de aviones surcaban a diario los cielos; la vida tornaba a la tan ansiada normalidad que Newton nos había arrebatado.
Sin embargo, el siglo pasado, alguien volvió a incurrir en la historia haciendo desaparecer otro de nuestros bienes más preciados: el tiempo. Todos los relojes, incluso los de arena, se detuvieron el día que Einstein formuló la Teoría de la Relatividad. Las horas dejaron de ser absolutas y los días se confunden ahora con minutos, y estos a su vez con segundos que a veces resultan eternos. Los lingüistas han tenido que dar giros lingüísticos a palabras como rato o momento, para maquillar el tremendo caos en el que nos hallamos sumergidos.
No quiero parecer agorero al presumir que más sorpresas nos aguardan. Nuevas teorías volverán a cambiar lo establecido y nos acercarán a nuevas realidades que incluso nos parecerán ficticias. Nada es lo que parece por mucho que intentemos remediarlo o por mucho que agudicemos los sentidos. Las ideas, aunque cueste dar con ellas, están al alcance de todos porque existe la gravedad y no son ya una cuestión de tiempo.
Fue por aquel entonces cuando los humanos empezamos a maquinar formas de cruzar los mares y las montañas que nos separaban. Los primeros vehículos eran caros, lentos y pesados. Moverse pasó a ser un negocio que fue creciendo con el tiempo. A principios del siglo veinte, unos hermanos ingleses hicieron volar una máquina más pesada que el aire. Años más tarde, cientos de aviones surcaban a diario los cielos; la vida tornaba a la tan ansiada normalidad que Newton nos había arrebatado.
Sin embargo, el siglo pasado, alguien volvió a incurrir en la historia haciendo desaparecer otro de nuestros bienes más preciados: el tiempo. Todos los relojes, incluso los de arena, se detuvieron el día que Einstein formuló la Teoría de la Relatividad. Las horas dejaron de ser absolutas y los días se confunden ahora con minutos, y estos a su vez con segundos que a veces resultan eternos. Los lingüistas han tenido que dar giros lingüísticos a palabras como rato o momento, para maquillar el tremendo caos en el que nos hallamos sumergidos.
No quiero parecer agorero al presumir que más sorpresas nos aguardan. Nuevas teorías volverán a cambiar lo establecido y nos acercarán a nuevas realidades que incluso nos parecerán ficticias. Nada es lo que parece por mucho que intentemos remediarlo o por mucho que agudicemos los sentidos. Las ideas, aunque cueste dar con ellas, están al alcance de todos porque existe la gravedad y no son ya una cuestión de tiempo.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)